Si han leído las
entradas previas, tal vez se preguntarán, al nivel personal, porque estoy
interesado en tratar este tema y cuál es mi experiencia personal respecto al
nudismo y la fascinación que siento con el tema.
Primeramente, crecí en
un ambiente hogareño en la que se practicaba, lo que podría llamar como “nudismo
de casillero”. Tal como en los casilleros de los equipos deportistas, era común
vestirse y desvestirse para entrar a bañarse o cambiarse de ropa (hay que tomar en cuenta que en muchas casas se crece con un solo baño, uno o dos recamaras, y una agenda muy apretada que no permite que cada quien pueda tomar posesión única de la hora de bañarse o cambiarse). Era algo
natural con lo que crecí desde pequeño y eso evitó que desarrollara una
aversión o morbo al cuerpo como otras personas que crecen en hogares donde es
tratado como antinatural. Estoy seguro que esto de cambiarse de ropa o tomar
baños hasta cierta edad con familiares es más común de lo que conocemos en
nuestra cultura, porque si bien es natural, al mismo tiempo es parte de la
dinámica intima de la familia.
Sea como fuese, desde
pequeño sabía que no había nada pecaminoso o malo con el nudismo en sí, aunque
conforme pasaron los años la dinámica en el hogar cambió una vez que entré a la
pubertad, porque es natural que los preadolescentes busquen la privacidad
(aunque en países donde se practica el nudismo social en Europa o Asia con
mayor frecuencia, en baños públicos o parques, haya adolescentes menos
cohibidos). Sin embargo, con el paso del tiempo me vi expuesto a comerciales,
series de televisión o películas en donde se presentaban escenas de desnudo en una
actitud divertida o casual. Si pudiera fijar una obra en particular que inició
mi interés en el nudismo, sería este fascinante y memorable comercial de Levi’s,
que retrata un mundo “al revés”, donde la sensualidad de pareja joven no tiene
que ver con el desnudo, sino con la ropa, y donde la familia hace sus
quehaceres en la calle sin ropa y sin discriminación.
Este comercial me fascinó,
además de lo ya mencionado, por la idea de que podría existir un universo
alterno donde existiera tamaña libertad. Me atraía el concepto de no usar ropa
si yo no quisiera y sin prejuicios de ningún tipo. Vi este comercial como a los
13 años y nunca se me olvidó. Antes de descubrir el comercial en Youtube lo
busqué por años y es increíble el hecho de haberlo encontrado después de tantos
años. Creo que es de origen francés, la canción del comercial ha sido utilizada
en otras ocasiones (“Dirge”, Death In Vegas) y me mata el toque final de que la
hija desvergonzada se ponga un paliacate, como si fuera necesario para su “desnudez”
inversa. Además, siempre se aprecia la censura creativa cuando se utilizan
objetos.
Hubo otras caricaturas
y series que me familiarizaron con el nudismo, y las compartiré en futuras
entradas, pero sin duda está fue la originadora.
Comencé a practicar el
nudismo, como muchos, cuando estaba en casa a solas. Era genial despojarme de
la ropa, deambular por la casa, correr, asomarme al patio y ver la televisión o
jugar Nintendo en ese estado. Era una sensación maravillosa. Deseaba tener la
oportunidad de ir a un parque nudista algún día (el concepto del parque nudista
es muy recurrido en sketches de comedia, especialmente en los latinoamericanos
donde hay actrices/modelos despampanantes, así como en los chistes de
Condorito, donde quizás vi los primeros ejemplos del nudismo social) o de
practicarlo con gente de mi edad. Sin embargo, aunque mencionaba el tema con
alguno que otro amigo, ser nudista a veces lo lleva a uno a sentirse raro, o que
lo perciban como tal, y es un trabajo de “tantear” a ver si alguien comparte el
interés de estar desnudo por el desnudo, y no por ninguna otra razón.
Así que no conocí a
nadie interesado en verdad en el tema, hasta que conocí a unos amigos de la preparatoria
en Tucson. Unos meses antes de mudarme de Tucson a Hermosillo, cuando tenía yo
21 años, hubo una fiesta en la que había un tina caliente gigante en el patio
de un conocido, y aunque había hombres y mujeres en la fiesta, los hombres, muy
extrovertidos, se desnudaron para aprovechar de la tina caliente. Hubo entre 10
y 15 hombres remojándose en la tina, chapoteando, echándose agua y exhibiendo
sus “secretos” a todo el mundo. Se divirtieron mucho, pero yo no fui parte de
ese grupo, porque entra las muchachas presentes se encontraba la chica que más
gustaba, la hermana de uno de los nudistas de ocasión, que solo observaba a lo
lejos. Yo me sentí cohibido por su presencia, y porque sentía que no quería
desnudarme frente a sus ojos. Era una ridiculez de la que ahora me arrepiento,
pero en ese momento simplemente sentía que no podía obrar con libertad, aunque
lo quisiera. Curiosamente, ella no reaccionó a la escena más que para
preguntarle a un amigo nuestro si podía detenerse un momento, pues ya que era judía nunca había visto un pene sin circuncidar.
Pero tiempo después
tuve la oportunidad de reunirme con mis amigos y sin la presencia de la chica
en cuestión. Aprovechando una alberca, aproximadamente cinco de nosotros, con
mi proposición, nos lanzamos a nadar desnudos en la alberca. Fue una sensación
espectacular. Quien nunca se ha bañado en una alberca sin traje de baño se
pierda una sensación inigualable de surcar el agua con libertad total, sin
sentir que nada le restringe el cuerpo. En cierta medida, y por razones de carácter
primigenio, nos recuerda a nuestra estadía en el vientre materno, o quizás, a
una época antigua en la que el ser humano era uno mismo con la naturaleza en
todo momento.
Tuve otras
experiencias, pero esa las comentaré en la siguiente entrada. ¡Hasta la
próxima!
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